Escrito el 07/03/08

No es accidente que algunas personas se sientan abatidas, derrotadas y controladas por la ansiedad mientras que otras son productivas, eficaces y útiles. Tampoco lo es que algunas enfrenten y resuelvan los retos y problemas de la vida rápidamente, mientras que otras, que aparentemente tienen el mismo interés en asuntos espirituales, se sienten desorientadas ante la más mínima irregularidad. Tampoco es accidente que algunas personas controlen sus horarios y responsabilidades de trabajo, mientras que otras siempre están atrasadas. La razón por la que tales contrastes no se consideren accidentes es porque dependen directamente de la actitud de estas personas.
La ley de la física no resultan afectadas si un individuo se opone a ellas, más bien, él resulta dañado por ella. Por ejemplo, si un hombre salta de un edificio alto, no violaría la ley de la gravedad, pero él resultaría dañado por ella. Ignorar las leyes naturales no gratifica; cuando éstas son violadas, quien las infringe sufre. Así como hay leyes en el mundo físico, también existen inexorables leyes de Dios en relación con la mente. El punto aquí no es si estas leyes son conocidas o correctamente comprendidas; el hecho es que son operantes y cuando se violan, se sufren los resultados. Las decisiones erróneas pueden producir desagradables arrugas faciales, destruir hogares, producir enfermedades sicosomáticas, deteriorar amistades, trastornar hábitos de trabajo y aun ocasionar muerte prematura. En cambio, las actitudes constructivas pueden resultar en un rostro que refleje gentileza, una familia felizmente unida, buena salud mental, buena condición física, amistades duraderas, hábitos productivos de trabajo, y una vida más realizada. El factor determinante es el poder de sus actitudes. Por lo menos hay cuatro tipos de contrastes de actitudes que influyen considerablemente en la edificación o destrucción de una persona.
En Primer lugar se encuentran las actitudes de amor y resentimiento. Ante experiencias idénticas, en una persona puede crearse amor y comprensión, mientras que en otra, el resultado podría ser amargura y resentimiento. En ambos casos la actitud es el producto de elección. De una manera u otra, toda persona a lo largo de su vida ha sido expuesta a eventos que podrían justificar resentimiento y amargura, si esa hubiese sido su elección. Pero la persona que elige la actitud de amor, sin duda alguna es más útil y productiva; mientras que quien elige la amargura, añade mas barras a su propia prisión, la cual la aislará tarde o temprano.
En segundo lugar tenemos las actitudes de valentía y lastima. Un accidente automovilístico causo el deceso de dos amigos que dejan a dos mujeres viudas ante la realidad de enfrentarse solas a la vida. Una de ellas elige hacerlo en forma valiente y dedicada, luchar para realizar para realizarse en la vida, iniciar una nueva etapa con sus propias recompensas y experiencias. En cambio, la otra viuda elige sentir lastima de si misma y, a pesar del respaldo de sus amistades, continúa aislándose, quejándose, con síntomas físicos anormales, y en general, desarrollando actitudes que complican su propia existencia.
En tercer lugar están las actitudes de engaño y honestidad. El pecado (que siempre es una forma de mentira) destruye matrimonios, convierte en hipócritas a personas bien intencionadas y deteriora la autoestima. La gracia y el perdón conducen a la honestidad sincera, y no una simple apariencia; es real y no simple asunción, es genuina y no artificial. En lugar de una vida confusa, sin esperanza, que resulta del caminar por la senda de la mentira, cada persona tiene el poder de elegir la práctica continua de una honestidad genuina y transparente.
En cuarto lugar están las actitudes de una perspectiva positiva o negativa de la vida. Todo individuo conjuga sus experiencias y forma con ellas un patrón determinado que puede ser positivo o negativo. Algunas personas pueden considerar los eventos que les ocurren como "cuerdas (que) cayeron en lugares deleitosos" (salmos 16:6), o como el plan diseñado por alguien para hacerles daño. Si vemos, por ejemplo, el caso de dos hombres que pierden el empleo. Uno de ellos contempla el evento como el fin del mundo, y el otro, como el amanecer de un nuevo día. Uno ve esta pérdida como el resultado de un complot de sus amigos, el otro lo considera providencia de Dios.
El Dr. Víctor Frankl, quien estuvo expuesto a las cegantes lámparas de una corte de la Gestapo en un campo de concentración nazi, dijo que los soldados le habían quitado toda posesión terrenal - ropa, reloj y también su anillo de matrimonio. Tuvo que permanecer frente a ellos desnudo y con el cuerpo completamente rasurado. Fue desposeído de todo lo que tenía, excepto del poder de elegir su propia actitud. Ellos jamás pudieron tocar ese poder de decisión.

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